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De Cancún a Durban

Fuente: Diario vasco 
 

JOSEMARI ALEMÁN AMUNDARAINANIL MARKANDYA, IBON GALARRAGA Y MIKEL GONZÁLEZ | BASQUE CENTRE FOR CLIMATE CHANGE-BC3-KLIMA ALDAKETA IKERGAI. 

En México se ha obtenido un acuerdo global que no cierra las puertas para que en la próxima cumbre de Durban (Suráfrica) en 2011 se pueda alcanzar un acuerdo global ambicioso y vinculante que renueve el actual Protocolo de Kioto.

Mientras la cumbre de Cancún se iniciaba con la casi certeza de que un acuerdo vinculante para la reducción de emisiones a nivel global no sería posible y con unas expectativas muy rebajadas con respecto a la anterior de Copenhague, el resultado de esta cumbre puede considerarse como moderadamente satisfactorio. Aunque es cierto que -salvo en la Unión Europea- las emisiones no se han reducido en las últimas dos décadas, esta cumbre ha permitido sentar las bases y sobre todo realizar mejoras incrementales necesarias para una reducción global y efectiva de las emisiones en el medio y largo plazo.

El contexto general en el que se ha celebrado esta cumbre no era el más favorable. La crisis económica y el cuestionamiento sobre la eficacia de la Convención Marco de la Naciones Unidas y de sus cumbres tras los resultados conseguidos hasta la fecha (y la cuestionable organización de la cumbre de Copenhague) eran obstáculos importantes. Además las posiciones encontradas de los países no ayudaban: el bloque de los BASIC (Brasil, Sudáfrica, India y China) mantenía posiciones muy distantes respecto a los países desarrollados, mientras que algunos de éstos, como Japón, Rusia, Australia o Canadá se mostraban muy reacios a apoyar un segundo Protocolo de Kyoto si EEUU no cambiaba su postura. Por último, el bloque de los ALBA -Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Cuba- era especialmente crítico con la legitimidad del proceso negociador por el carácter predominante otorgado a los grandes países y el papel de los mecanismos de mercado en el Protocolo de Kioto.

En este sentido el acuerdo de Cancún ha sido un avance significativo ya que, al menos, ha disminuido la distancia entre los países. Y fundamentalmente porque las Naciones Unidas ha vuelto a recuperar la centralidad del proceso negociador, sin que por ello deba dejar de alimentarse de otros procesos multilaterales como son las reuniones periódicas del G20 o del Foro Económico Mundial.

Podríamos decir, quizá, que en México se ha obtenido casi todo cuanto era razonablemente esperable. Esto es, un acuerdo global que roza la unanimidad (con la única oposición de Bolivia) y que posibilita avances significativos en materia de adaptación, reducción de la deforestación, instrumentación de apoyos financieros para países en vías en desarrollo, y que sobre todo no cierra las puertas para que en la próxima cumbre de Durban (Suráfrica) en 2011 se pueda alcanzar un acuerdo global ambicioso y vinculante que renueve el actual Protocolo de Kioto que expira en 2012. El camino hasta la próxima reunión será largo, y tanto la presidencia actual (México) como la futura (Suráfrica) tendrán que hacer uso de sus habilidades para facilitar este pasaje, y lograr un contexto adecuado para que fructifiquen los acuerdos.

Si la cumbre de Copenhague pasó a la historia como aquella que generó mayores expectativas y menores avances, en Cancún podríamos decir que ha sucedido lo contrario. Este éxito relativo es debido a varias razones. Principalmente al compromiso del máximo representante del Gobierno de México -el presidente Felipe Calderón- que estuvo presente y muy activo durante las dos semanas de celebración de la reunión, pero sobre todo debido a la habilidad y el tesón -ampliamente reconocidos por todos los participantes- de la Secretaria de Asuntos Exteriores del gobierno mexicano, Patricia Espinosa. Tampoco es desdeñable el trabajo realizado por la secretaria ejecutiva de la Convención, Christiana Figueres como por la propia Espinosa a lo largo de todo el año, así como el procedimiento de reuniones paralelas lideradas por un grupo de facilitadores que se propuso en la cumbre y que han demostrado ser decisivas. Entre los facilitadores es destacable el fructífero trabajo realizado Teresa Ribera, secretaria de Estado para el cambio Climático de España que, junto a un representante del Gobierno de Argelia, consiguieron alcanzar avances reales en materia de adaptación.

El cambio climático sigue necesitando numerosos actores de otros ámbitos de acción ajenos del proceso de las Naciones Unidas -de todos los grupos de interés y de todos los niveles de Gobierno- que pueden contribuir a reducir las emisiones y a adaptarnos a los impactos del cambio climático.

Sin embargo, la Convención de Naciones Unidas sigue siendo el marco central donde alcanzar una parte fundamental de la solución.

 







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