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El previsto ascenso del nivel del mar requerirá proteger la costa

Fuente: Gara

Adaptarse o anegarse. Ésa es la máxima de quienes estudian hoy la influencia del calentamiento global en el mar. En los últimos días ha tenido lugar en el Euskalduna de Bilbo la segunda edición de Klimagune Workshop, donde uno de los talleres de expertos analizó las posibles afecciones al medio marino y costero vasco de la proyectada subida del nivel del mar durante este siglo. Coincidieron en que habrá que tomar medidas, pero antes queda mucho por estudiar.

 

 

Hace 18.000 años, las aguas del mar que bañan nuestra costa se encontraban a 125 metros por debajo del nivel actual. El último gran cambio climático tuvo lugar hace unos 11.000 años, momento a partir del cual la Tierra dejó atrás un periodo glacial para pasar a uno interglacial, en el que nos encontramos. Una de aquellas consecuencias fue el aumento del nivel del mar, una tendencia que se ha ido sucediendo desde entonces en distintas fases y a distintas velocidades. Precisamente, una de las preocupaciones actuales es que ese ritmo se ha acelerado en las últimas décadas, de la mano, sostienen los expertos, del calentamiento global.

Nuestro pequeño litoral no es una excepción. Un informe de Greenpeace de 2007, titulado «El impacto del cambio climático en las zonas costeras», apuntaba que para mediados de siglo el mar se habrá comido hasta 15 metros del litoral cantábrico.

Actualmente, se calcula que el nivel del mar frente a la costa vasca sube a un ritmo de 1,9 milímetros al año, un aumento que otros trabajos apuntan más cercano a los 3 mm, pero que, aún pareciendo nimio, «durante el siglo XX se ha triplicado con respecto a los últimos 7.000 años», como resaltó la geóloga e investigadora de la UPV-EHU Ane García-Artola.

Para finales del siglo actual, las proyecciones que se manejan apuntan a que el nivel marino actual frente a nosotros podría subir entre 29 y 49 centímetros, «medio metro» en el supuesto más pesimista, como enfatizó otro de los investigadores participantes, Guillem Chust, de AZTI-Tecnalia. Unas proyecciones que su colega García-Artola ilustró a los asistentes al taller con una imagen de la altura que alcanzaron las aguas durante las inundaciones de Bilbo de 1983.

Estuarios y playas afectados

Un ascenso del nivel marino que, sin duda, tendría impactos en el perímetro más próximo. En ello se centró Chust, quien señaló que los pequeños estuarios -precisamente donde se ubican las áreas urbanas- que salpican nuestra franja costera serían las zonas más dañadas. Otro tanto sucedería con las playas, que podrían perder hasta el 40% de su anchura actual. A modo de ejemplo, señaló como muy vulnerable puntos como el aeropuerto de Hondarribia.

Otro aspecto en el que este investigador hizo hincapié fue el de las consecuencias de la conjunción entre un nivel del mar más alto y un fenómeno como las «marejadas ciclónicas», que irrumpen en tierra firme cada muchos años aumentando el nivel del mar de forma anormal varios metros. La última, la vivimos el 9 de setiembre de 2010. Pues bien, la suma de ambos hechos en el futuro podría elevar hasta 85 centímetros más el nivel máximo actual de esas mareas tan vivas, con las consiguientes consecuencias.

¿Medidas de mitigación? Alejandro Cearreta, profesor de Micropaleontología de la UPV-EHU y coordinador del taller, comentó que la mayor parte de la costa vasca es acantilada y, por tanto, hace de línea defensiva ante un aumento del nivel del mar. «Pero la mayor parte de la población en la costa está justo en los estuarios, en las zonas más bajas topográficamente hablando, es decir, en las áreas de mayor riesgo de inundabilidad», apreció el experto.

¿Habilitar defensas costeras rígidas? Ésa la pregunta inevitable para muchos. Sin embargo, para él la cuestión es que «justo en los estuarios es donde se podría aplicar una regeneración natural que frenara ese aumento del nivel del mar, aprovechando las marismas y dunas, pero justo detrás de ellos estamos nosotros. ¿Qué hacemos entonces? ¿Nos retiramos más atrás o ponemos barreras físicas entre nosotros y los estuarios? El desafío es importante», sugirió Cearreta.

Precisamente, la investigadora Ane García-Artola expuso las líneas de su estudio sobre el papel de las marismas ante el escenario de un ascenso pronunciado del nivel marino. Concluyó que éstas pueden llegar a actuar como contención, como medida de adaptación natural ante ese peligro, y además, con una respuesta rápida. El problema, apostilló Cearreta, es que cada marisma se comporta de una manera diferente y se trata de establecer un patrón de actuación para «utilizar» las marismas como diques naturales.

agua más caliente
Desde 1988, la frecuencia de los días en el mes de agosto en que la temperatura del agua del mar en la costa vasca ha superado los 22º ha aumentado de manera significativa.

medio metro
Entre 29 y 49 centímetros es la altura que aumentará el nivel del mar en nuestro litoral para finales del siglo XXI, según las proyecciones más optimistas y las más pesimistas.

Una vegetación marina cada vez más mediterránea
En las últimas dos décadas la vegetación marina en la costa vasca ha cambiado, y mucho. Detrás de esto puede estar el aumento de temperatura del agua. «Nos estamos dirigiendo hacia una vegetación más mediterránea», advirtió Txema Gorostiaga, profesor de Biología Vegetal y Ecología de la UPV-EHU y uno de los mejores conocedores de nuestro fondo marino. En la costa vasca se ha detectado una subida de la temperatura de 0,24º anuales desde los años ochenta. Presentó datos comparativos de la vegetación marina de sendos estudios hechos en 1982 y 2008-2009. «Hemos visto muchos cambios», apuntó. Unas especies han perdido peso, otras lo han ganado, se observa una mayor diversidad, han aparecido especies foráneas propias de latitudes más templadas. «El aumento de la temperatura del mar ha influido, pero no explica todos los cambios. Hay sitios en que han aumentado ciertas plantas y en otros no», precisó. Unos cambios que han sido más patentes en las zonas de costa abiertas, quizá por una menor afluencia de nutrientes y de aguas turbias procedentes del interior terrestre, y por ello una mayor incidencia directa del sol en el fondo marino. J.V.

 

 







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